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La Verdad a tu Alcance

Purificación de las pasiones, sinónimo de felicidad y Santidad

Updated: Jun 23, 2019


No hay santidad sin dominio del cuerpo; esta pureza no podrá ser conservada más que por una multitud de esfuerzos perfectamente positivos, y bajo el impulso de un ardiente amor a Dios. Amar el preferir es sacrificar sus preferencias para hacer suyas las de Dios.


Principios para combatir las pasiones.





Es combatir la soberbia, que es el primer obstáculo en nuestras vidas. Este mal consiste en amarnos más a nosotros que a Dios. El que se crea bueno no es de Dios (Santa Teresa).


La medicina contra la soberbia es la humildad.


El dolor, la enfermedad, purifican y sanan las heridas más rebeldes y los vicios más inveterados:


Doblega y vence la violencia de las pasiones y hace más fácil el ejercicio de la virtud. Bajo su enérgica acción, el sensual se hace casto; el orgulloso, humilde; el iracundo, manso; el egoísta, generoso.


Ante el culpable que sufre, se escapa la palabra del perdón. Todos somos culpables, porque todos hemos pecado. (rom.5,12)


El sufrimiento tiene una finalidad redentora, sublime; constituye el título supremo de la gloria y la garantía más preciosa de una inefable recompensa.


Jesucristo sufrió más que todos los hombres juntos, por amor a su Padre, para que nosotros lo amaramos de la misma manera. "¿Ya quien si no Él se la ha dado un nombre sobre todo nombre, a fin de que se arrodillen ante Él los cielos, la tierra y los abismos?”.



-”El bien espiritual del alma” vale infinitamente más que la salud y la vida corporal. (San Pablo)

La enfermedad como Bendición de Dios:


P. Saint - Jure - Bien santificada la enfermedad constituye uno de los instantes más precioso de la vida y, con frecuencia, en un día de enfermedad soportada por amor a Dios, avanzaremos más en la virtud, pagaremos más deudas a la justicia divina, por nuestro pecado pasado, nos haremos más agradables a Dios, le daremos más gloria que en una semana o un mes de salud.


El trabajar arduamente para combatir todo obstáculo que impide nuestra santificación significa, la previsión de la propia muerte, ya que no todos experimentan los mismo sentimientos, ni reacción ante el hecho inexorable de la propia muerte. Entre una verdadera y auténtica desesperación y un ardiente deseo de la misma.


Estos sentimientos que se experimentan son seis:


1. Desesperación - Pecador

2. Miedo - Pánico - Pecado

3. Preocupación

4. Resignación

5. Esperanza gozosa - Justos

6. Deseo ardiente de morir - Justos






La desesperación:


Se comprende que el que no cree o duda de las supervivencia de las almas después de esta vida, experimenta verdadero horror y desesperación ante el pensamiento de la muerte. Es la desdicha del incrédulo: Anatole France al coger moribundo la mano de su secretario; “nadie es tan infeliz como yo”.


Voltaire - Su grito de desesperación por querer a un confesor...los masones se lo impidieron.


O querer morir para ya no sufrir y no caer en la tentación como Santa Teresa de Jesús que sólo deseaba morir para vivir unida con Dios; o como San Pablo que ardientemente quería “morir para estar con Cristo, que es mucho mejor”. (Filip 1,23)


Santa Teresa; “Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero”.


Por eso su lenguaje desconcierta a los que no han llegado a esas alturas, y tienen como locura o insensatez lo que, en realidad es la sabiduría.


Es la muerte, la que nos aclara la razón por la que debemos purificar nuestras pasiones desordenadas: para vivir en paz, ordenando al espíritu a semejanza con Dios, con la esperanza de ganarnos el cielo y no querer complacernos con los gozos terrenales que provocan cada día más deseo de poseerlos si no se les impide que sigan creciendo, siendo espíritu de Dios.



Eficacia - Sin Fatiga:


La cantidad de ideas que vienen a nuestra mente, por querer abarcar muchas cosas, al igual que la contaminación visual con tantos objetos que percibimos en un instante, las obsesiones de nuestra mente con ideas parásitas que no quisiéramos tener, escuchar diversidad de ruidos que no provienen de la naturaleza, sino de la contaminación de un mundo lleno de sonidos hostigantes que perturban a la mente y que alteran nuestros nervios, es la causa mayor de la fatiga. La solución está en concentrarnos en un punto, sin desviarnos en otros temas. Tomar el más importante donde esté nuestro tesoro. Directo, sin desviarnos.


“La alegría” - dice Aristóteles - “es el acompañamiento de todo acto perfecto”


La base de la grandeza humana de Napoleón Bonaparte fue su gran concentración mental. Cuentan de él que, al estudiar un asunto, se absorbía en él como sino tuviera otra cosa que hacer. Resuelto el problema, pasaba a estudiar el segundo, olvidándose del anterior, de sí mismo, y del que venía detrás.




Aplicado al estudio o negocio, se traduce en talento, ampliación de horizonte, visión clara de oportunidades, solución de problemas. En pocas palabras nos da carácter, o fuerza y constancia de la voluntad.


Para facilitar esto, hay que rechazar lo que nos puede dispersar:


a) Fuera de nosotros: amontonamientos de papeles u objetos en la mesa o cuarto

b) Dentro de nosotros: Multitud de problemas que resolver, acciones que ejecutar o ideales que realizar. “El que mucho abarca poco aprieta”


Esta abstracción de lo más y profunda concentración en lo presente tiene grados, conforme a ellos serán la eficacia y el gozo intelectual.


Ya San Ignacio de Loyola, en 1550 aconsejaba a los estudiantes Jesuitas que no pasasen habitualmente más de 2 horas en su estudio, sin interrumpirlo.


Coordina el cuerpo y el espíritu, evitar las distracciones.


Dos elementos nos dan la medida de nuestra felicidad intelectiva:


Lo interesante del objeto o verdad descubierta y la claridad con que la vemos.


En la oración o trabajo mental sobrenatural, estos dos elementos alcanzan proporciones ilimitadas, pues el objeto sobre el que enfocamos la atención es Dios, la luz de la sabiduría infinita, la verdad y belleza total, anticipos del Cielo, roces de la Divinidad…


Consuelos y luces sobrenaturales, que sobrepujan a toda las alegrías mundanas. Son mociones o empujones en la voluntad, con facilidad para obrar lo dificultoso.


Fórmula: Eficacia y gozo: Sobrehumanos = Un millón Fatiga y disgusto: Nulos = Cero
Oración atenta = Raíz de toda santidad

Solo en lo más íntimo del ser habla Dios, de ordinario: sólo le sentimos por la perfecta concentración, pues al orar, nos vamos a levantar por encima de los visible, temporal y humano para adentrarnos en el cielo a hablar con el infinito y a descubrir tesoros sobre humanos.


San Ignacio de Loyola señala una hora de oración, aconsejándonos que la prolonguemos un poco cuando la desolación y aridez nos incitan a acórtala.


La atención disipada:


Es permitir que excitantes inoportunos aparten del ideal deseado, el centro de actividad del alma, como son ruidos, luces, movimientos o colores impertinentes. Hay que volver al camino de nuevo, pero llegaremos más tarde y con mayor cansancio.


Causas objetivas de distracción:


1. Camino y términos desconocidos.

2. Vía acortada o piso sin escalera.

3. Camino aburrido o molesto.

4. Camino sin descanso.


La vida moderna se encuentra en oposición con la vida del espíritu. Se debe intentar, en medio de la agitación del mundo, islotes de soledad, donde la meditación sea posible -Alexis Carrel.


Las grandes empresas americanas General Motors, General Electric, etc. lo van realizando para su investigación en costosos edificios apartados de la ciudad, entre amenos parques.


Después añade Carrel: “Es muy difícil que los hijos del mundo moderno gocen de las ventajas que trae la vida interior. Solo ella permite al individuo conservar su personalidad en medio del vulgo. Le asegura la libertad de su espíritu y el equilibrio de su sistema nervio en medio del desorden del mundo moderno”.


El agotamiento patológico:

Por la tensión anormal a lo que estudiamos, y al problema que nos preocupa, o una tensión muy prolongada o sin suficiente descanso, o por trabajar habitualmente con prisa y ansiedad, insatisfechos de los que hacemos, y preocupados del éxitos: bullirán las ideas tristes y deprimentes. El remedio ideal sería no pensar en nosotros, ni en esas molestias, si no concentrarnos totalmente con paz y agrado en lo que hacemos.





La concentración se pierde por el vicio impuro, ejemplo:


Padre - dijo el alumno -, He vivido en vacaciones como un cerdo, y ahora no puedo pensar en otras cosas. (Este alumno era el número uno de la clase y comete pecados de lujurias, y el padre preocupado le preguntó qué le sucedía).


A esto nos dice el célebre intelectual y político brasileño Ruy Barbosa: atribuía la lucidez de su inteligencia a la continencia de toda su vida y la abstinencia total de sus últimos años (abstinencia sexual).


Las ideas parásitas impulsivas, mucho más violencia suelen tener las depresivas: de temor, preocupación, inseguridad, duda angustiosa, etc. ya sea que se den a consecuencia de la pérdida de la salud, de la fortuna, de la fama, etc. no podemos dar eficacia en nuestros actos, ni concentrarnos, mientras no solucionemos nuestros problemas o conflictos o le quitamos la importancia exagerada que le da nuestra emotividad, razonando y aceptando, en la medida justa. Podemos ser “felices”.


Atención obsesionada:


Cuando seguimos dos ideas de un libro, lección o conferencia, y al mismo tiempo no podemos desentendernos de una preocupación o recuerdo de una pasión o conflicto, entonces el remordimiento es mínimo y poco duradero, y la fatiga máxima. La luz del entendimiento, empieza a enfocar un tesoro para poseerlo y gozarlo, pero otro objeto temeroso o idea pasional se va interponiendo reiteradamente sin permitirnos gozar tranquilamente del tesoro enfocado.


Así también nuestro cerebro se agota cuando trabajamos con ideas parásitas, con preocupaciones u obsesiones con prisas o nerviosismo. Un cuarto de hora de este trabajo desordenado cansa más que dos horas de perfecta concentración.


Estos grandes, deseos o temores, si existen, están pugnando fuertemente por ocupar el centro de nuestra atención. La estarán sitiando y asediando, de ahí la obsesión. En su pugna tenaz de ocupar el centro de la conciencia, estas ideas obsesionantes vencen muchas veces a la voluntad, que quisiera pensar solo en lo que estudia, y se posesionan en la mente con tanta frecuencia, que no parece estar siguiendo dos ideas al mismo tiempo y hablamos de la doble atención.


Para evitar esta atención obsesionada que tanto entorpece el trabajo mental hay que escribir primero, luego encausar y moderar dentro de lo razonable, o destruir si fuera preciso esos deseos exagerados que nos impulsan y esos temores exorbitados que nos deprimen.



Por estas dos vías suelen venir las ideas parásitas:




“El modo más corto de hacer mucho es hacer una sola cosa a la vez”, dice Lord Burleigh.

¿Por qué a veces nos cansa la lectura del periódico? Es que pareciéndonos pérdida de tiempo en darlo a asuntos intrascendentes y queriendo por otra parte satisfacer nuestra curiosidad de noticias, lo leemos con ansiedad y prisa. Trabajamos con dos ideas, la idea que nos interesa y la idea parásita. Este acto psíquico carece de unidad y plenitud, no nos deja felices ni satisfechos, ni mejora nuestra mente, si no que la estropea y nos causa agotamiento.


Así es en nuestra vida queremos abarcar todo sin dar eficacia a las cosas que hacemos, en nuestro espíritu también se empieza a enfocar en el vicio mas grande que tengamos para combatirlo poco a poco hasta haberlo terminado, para empezar con el siguiente, siempre ver cual es el más importante, el que más nos afecta.


Santa Teresa

(Sugerencia: leer libro de - Santa Teresa de Jesús "Castillo Interior" - sobre las siete moradas del proceso del panorama teresiano para aumentar su vida espiritual)

El silencio y la purificación de las pasiones:



“Para Ti, el silencio es una alabanza, oh Dios, en Sión” (Sal. 65, 2) (64, 2). Comentando este texto, dice San Hilario “que el silencio es la mayor alabanza que se podía dar a Dios”.


El rey David cuando exclamaba: “el silencio es tu alabanza”. Sí, ésta es la más bella alabanza porque es la que se canta eternamente en el seno de la apacible Trinidad” (Ultimo retiro, día 8, 20).


Todas las almas de oración son amantes del silencio, el cual se llama ‘el custodio de la inocencia’, ‘la defensa de las tentaciones’, ‘la fuente de la oración’; con el silencio se conserva la devoción; en el silencio surgen en la mente los buenos pensamientos” (S. Alfonso María de Ligorio).


“El silencio y el apaciguamiento de los rumores, o de los ruidos, en cierto modo como que fuerzan al alma a pensar en Dios y en los bienes eternos” (Ídem).


Una casa es silenciosa, no precisamente cuando está deshabitada, sino cuando palpita de vida consciente sometida al espíritu. Tibi silentium laus (Salmo 65,2)


“El ruido es factor de estrés, aumenta el sentimiento displacentero, que tiende a transformarse en ansiedad crónica. Aumentan las respuestas agresivas. La conducta ruidosa es, muchas veces, indicadora de déficit de socialización. El ruido constituye un problema que desborda lo meramente académico y perturba y lesiona los elementos esenciales de la vida de nuestra sociedad. El ruido actúa sobre el sistema nervioso, alterando las conductas de los individuos”.





El influjo del ruido sobre la conducta del hombre excitan las pasiones, sin mostrarnos dónde está el mal o el bien.


El silencio que es la au­sencia de ruido debe colaborar a ordenar las pasiones hacia el bien moral.


El ruido dificulta tanto los sentidos externos (oído, vista, etc.) como a los sentidos internos, encegueciéndonos.


“Porque lo que no engendra humildad y caridad y mortificación y santa simplicidad y silencio, etc. no engendra bienes en el alma.


En este silencio y recogimiento debemos poner nuestra atención en Dios, antes que en nuestros pensamientos.


El Espíritu Santo alumbra al entendimiento recogido.


Silencio interior:


Purifica la memoria y la imaginación.


Cuando las pasiones están desordenadas y sirven a los vicios, en cuya raíz está el amor propio y el orgullo. La memoria y la imaginación, por ser potencias cognoscitivas, tienen su función virtuosa en la “estudiosidad” (el amor por la verdad de las cosas), y su función viciosa en la “curiosidad” (ocupa nuestra mente en algo que no lleva al bien moral ni a Dios).


Pero el bien del hombre, que es su felicidad, no consiste en conocer cualquier verdad de cualquier manera, sino en la perfecta contemplación de la suma verdad.


Para silenciar la memoria debemos poner en ella el recuerdo de nuestra condición de pecadores: “Tengo siempre presente ante mí, mi pecado” (Salmo 50).


El antiguo poema: “La ciencia más acabada es que el hombre bien acabe, pues al fin de la jornada aquél que se salva sabe, y el que no, no sabe nada”.

San Juan de la Cruz



En su doctrina de la purificación de las pasiones habla de cómo purificar todos los sentidos internos y externos esto significa, que tenemos que purificar el oído, los ojos, el tacto y el gusto. Mortificándose de tal manera que nuestra memoria se quite toda aquella información negativa y exagerada que recibieron de estos sentidos, por eso no es bueno ver demasiadas cosas por que nos saturan la mente y nos agobian, como tampoco no es buenos escuchar cosas inútiles, críticas destructivas, cosas inmorales, por que todo eso queda en la memoria y nos lleva a obstaculizar la purificaciones de las pasiones.


Nos lleva a crear parásitos y obsesiones en las ideas y no nos deja avanzar y tampoco en el que habla mucho, en el que come mucho y en el que habla cosas impuras porque refleja la contaminación que tiene en su alma con la cual tiene que trabajar. En el tacto no tratar de tocar cosas agradables, si no las desagradables, para purificarlo.


En los internos que son el sentido común, la fantasía o imaginación, la facultad estimativa y la memoria sensitiva, lo mismo, evitar contaminarlos para que puedas ver lo que realmente es importante cuando lo ves. Por eso hay que ver cosas que son buenas para nuestra alma y dejar todo lo que no lo es.


Como por ejemplo conversaciones útiles, dejar las conversaciones frívolas, y como dice San Juan de la cruz. Muchos buscan la recreación de los sentidos para buscar a Dios, pero no es valido por que buscan mas complacerse que gustar a Dios.


Ejemplo: una misa en que la música sea estruendosa y emotiva quita la unión con Dios porque el sentido se va a la música. Un templo con esculturas muy bonita, se pierde el sentido con la comunicación con Dios al distraerse con las esculturas.


Cómo vencer los apetitos, las pasiones y las concupiscencias


Lo primero, traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas, sus cosas, conformándose con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como se hubiera él.


Lo segundo, para poder bien hacer esto, cualquiera gusto que se le ofreciere a los sentidos, como no sea puramente para honra y gloria de Dios, renuncie y quédese vacío de él por amor de Jesucristo el cual en esta vida no tuvo otro gusto, ni le quiso que hacer la voluntad de su Padre, lo cual llamaba él su comida y manjar. (Jn 4,34)(1-4)


¿Y qué decir de las cuatro pasiones naturales, que son gozo, esperanza, temor y dolor? Para apaciguarlas, se hallará en total remedio en lo que sigue:



Finalmente, he aquí estos remedios para mortificar los tres concupiscencias, de que habla San Juan (1 Jn 2,16), y de las que proceden todos los demás apetitos:


Lo primero, procurar obrar en su desprecio y desear que todos lo hagan (y esto es contra la concupiscencia de la carne). Lo segundo, procurar hablar en su desprecio y desear que todos lo hagan (y esto es contra la concupiscencia de los ojos). Lo tercero, procurar pensar bajamente de sí en su desprecio y desear que todos lo hagan (también contra sí, y esto es contra la soberbia de la vida).


 

Recomendamos escuchar los siguientes audios explicando:


1. Sobre la consideración y la gravedad de las terribles consecuencias del pecado y sus efectos desastrosos en el alma:


https://static.wixstatic.com/mp3/d4bcd2_51bd6743a7f5459ba6f2e99e22a1c15b.mp3


2. El pecado mortal y sus categorías:


https://static.wixstatic.com/mp3/d4bcd2_bb379f79194f42d7bacc12dc682bf3fa.mp3


 

Conclusión:


El que logra purificar su alma a semejanza de Cristo es aquel que logró ser más feliz en esta vida y será el grado de Santidad que obtendrá en el gozo eterno, en el Señor.


Toda vida, en la medida que es perfecta, es fecunda. No hay vida más perfecta que la divina.

La vida cristiana, es la vida divina comunicada al hombre y adaptada a su pequeñez, pero realmente vivida por El.


Y que esta vida divina es la vida íntima de Dios, que consiste en contemplarse a Sí mismo. De esta manera el hombre entra en la sociedad de las Tres Divinas Personas.


En la vida temporal, es la vida de la Gracia y en la eternidad, la vida de la Gloria. No son dos vidas, sino una misma que se desarrolla en el tiempo y llega a toda su perfección en la eternidad, donde la tendremos en toda su perfección.


Es por esta razón que tendremos que purificar todos nuestros males para alcanzar la vida de la Gloria.


Dios al ser perfecto, no puede abrazar a un alma que no se purificó totalmente. Si murió en Gracia tendrá que pagar la pena de sus pecados en el purgatorio y será más largo y doloroso que haberlo hecho en la tierra.




 

Libros referencia:

-Douillet, J. ¿Qué es un Santo?. Sal; Vall.

-Royo Marin, A. (2019). Teología de la perfección cristiana. Biblioteca de autores cristianos.

-San Pablo. Santa Teresa, Castillo Interior.

-Irala, N. Eficiencia sin fatiga (1st ed.). Mensajero.

-Martinez Blat, V. La doctrina esencial de San Juan De La Cruz.

-Royo Marin, A. Nada te turbe, nada te espante.

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