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La Verdad a tu Alcance

La Felicidad


En estas épocas que estamos viviendo, el primer obstáculo de nuestra felicidad es el no querer SACRIFICARNOS y vivir de las mentiras.


La causa mayor que impide ser feliz, es la soberbia - el peor de los males.


El que más se sacrifica por Dios primeramente, que es nuestro creador y redentor; por el sumo bien y por el prójimo, logra ser feliz. No hay mayor felicidad que hacer el bien y entre más se perfeccione el bien en nosotros más logramos la paz y la armonía del alma uniéndola con Dios.





Cuando recibimos la gracia, juntamente con la gracia que diviniza nuestra naturaleza, recibimos las siete virtudes infusas y los siete dones del Espíritu Santo. Las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad; Las cuatro virtudes morales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza; y los siete dones del Espíritu Santo: unos que perfeccionan la voluntad: el don del temor de Dios, de fortaleza y de piedad; y otros que perfeccionan el entendimiento, los dones intelectuales: de consejos, de ciencia, de entendimiento y de sabiduría.


La gracia, que diviniza nuestra naturaleza; y las virtudes y los dones, que divinizan nuestras facultades, haciéndolas así capaces de actos sobrenaturales y en cierta manera divinos. Especialmente las virtudes teologales; porque las morales más bien quitan los obstáculos; pero las virtudes teologales directamente nos unen con Dios; la fe nos da a conocer; la esperanza nos hace desear con seguridad de alcanzarlo; y la caridad nos une con Él ya desde esta vida.


Todos deseamos la felicidad. Es una aspiración muy honda de corazón humano, porque fue creado el hombre precisamente para ser feliz en la eternidad.


Lo buscamos por diferentes caminos.


Pero ninguno puede lograr la felicidad absoluta. Se logran momentos felices más o menos largos o intensos que pudieran ser como el alcanzar un gran éxito o un premio que muchos desean obtener.


Bossuet dice:


“La felicidad se compone de tantas piezas que siempre falta alguna”


Julián Marías, que tituló a un capítulo de su Antropologia Metafisica: “La felicidad, el imposible necesario” y que dice: “El hombre es el ser que necesita ser feliz y que no puede serlo, pero se mueve en lo que podríamos llamar ‘el elemento de la felicidad’, vive inmerso en él, participando aunque deficientemente de ella”. Vivir con ese trasfondo de felicidad es tener en lo más hondo del alma serenidad y paz.


En lugar de esta tranquilidad superficial que engaña incluso a uno mismo, hay quienes en sus luchas enfrentadas con valor, tienen una zona de paz invulnerable a donde no llegan las sacudidas del mundo exterior por violentas que sea.



Los errores comunes


El mundo moderno sugiere las riquezas como un medio para obtener la felicidad pero esto es falso.


Los tristes casos actuales de drogadicción entre los ricos parecen demostrar que el poseer cosas no es suficiente para llenar las aspiraciones más profundas del hombre.


Los países nórdicos, son pueblos que tienen asegurado su porvenir económico. Sufren del terrible mal del aburrimiento. Tienen el mayor número de suicidios y no quieren tener hijos; cuando tienen resuelta su estabilidad económica.


“Nuestro deseo de felicidad es demasiado grande para que pueda colmarse con algo que no sea el Más Allá, aún corporalmente somos aquí unos insatisfechos”, dice Guy de Laurigaudie.


Estamos limitados por todas partes, el mundo no satisface nuestras medidas y a veces el corazón pesa por tanta nostalgia de cielo.


Otro error común es creer que la felicidad depende de la fama, honores, placeres. Cuando no logran estos fines permanentemente se ofuscan y cuando los tienen, el vacío que llegan a sentir.


Al relatar el gobierno de Sancho en la Ínsula Barataria, Cervantes se refiere a lo poco que gozan los que tienen poder. Termina retirándose de su cargo, porque “las riquezas” que se ganan en los tales gobiernos son a costa de perder el descanso y el sueño. (Sancho)


Si la felicidad fuera como la plantea el hombre moderno, la humanidad estaría dividida en dos bandos: los que tienen; salud, belleza, dinero, poder y por otro lado los feos, enfermos, torpes o desposeídos que están totalmente imposibilitados para alcanzarla.


La realidad nos muestra lo contrario: Las religiosas de la madre Teresa, felices entre los enfermos y moribundos.



La vida de Santa Isabel, hija del rey de Hungría y luego esposa del rey de Turingia, nos narra después de la muerte de su esposo en las cruzadas, su suegra y cuñados escandalizados por sus actos heroicos de amor a los pobres, la arrojaron fuera del palacio con sus tres hijos pequeños en una noche fría de invierno. No sabia a donde ir. Los pobres que ella había ayudado no quisieron darle asilo por miedo al nuevo rey. Entró a un establo a pasar la noche. En ese momento las campanas de la iglesia sonaron. Esto le hizo reflexionar que La Virgen sufrió lo mismo, no es el discípulo más que su maestro. Sintió muy viva la presencia del señor y la inundó una paz y una felicidad que no había logrado en el palacio, cuyos placeres no llenaban su corazón.


Guardiní habló de la felicidad que trae la aceptación gozosa de la voluntad de Dios.


San Basilio: “No se debe tener al rico por dichoso sólo por sus riquezas, ni al poderoso por su autoridad, ni al fuerte por la salud de su cuerpo, ni al sabio por su elocuencia. Todas estas cosas son instrumentos de la virtud para los que las usan rectamente, pero ellas en sí mismas no contiene la felicidad”



Sabiduría de siglos


En esta época a pesar de los adelantos tecnológicos no han podido dar solución al problema de cómo lograr ser felices. Si no es al contrario va aumentando más la tristeza.


En épocas anteriores sin los adelantos tecnológicos lograron avanzar más en lograr ser felices que en estos tiempos.


Aristóteles siglo V a.c nos dice: “Todos llaman felicidad al bien supremo y según esta opinión vivir bien y obrar bien es sinónimo de ser dichoso”.


El hombre virtuoso es feliz, sabe sufrir los azares de la fortuna sin perder su dignidad.


Enrique Rojas, psiquiatra español contemporáneo, hace consistir la felicidad en tener una personalidad armónica, con dominio de sí, para realizar un valioso proyecto de vida. Es decir, afirma que la felicidad no viene de afuera, si no de la riqueza interior del hombre ósea de su virtud.


La virtud no trae la felicidad por sí misma, sino por el ideal que hace aspirar.


Pero falta otra etapa: la de practicar la virtud por amor de Dios, que lleva a una mayor felicidad porque eleva al hombre hasta trascenderse a sí mismo.


 

Recomendamos escuchar los siguientes audios explicando:


La Felicidad


1. Antonio Caponneto:

https://static.wixstatic.com/mp3/d4bcd2_129724e0b8974fe683556751d1f3c930.mp3

2. Rafael Breide:

https://static.wixstatic.com/mp3/d4bcd2_a47e633fae424e8f92385b9a45dd5564.mp3



La Acedia


1. Antonio Caponneto:

https://static.wixstatic.com/mp3/d4bcd2_24b73f410fc74424b6f1057b1d24fed3.mp3

 


Virtud


Es el poder de la voluntad por los buenos hábitos que la llevan a obrar bien; esa fuerza interior que es la virtud, que está en lo más profundo de cada uno. Haberla adquirido es como tener un motor poderoso que ayuda siempre a emprender cualquier cosa, ejemplo un deportista que está entrenado le resulta fácil escalar una montaña.


El que no avanza, retrocede ya que la vida espiritual es un ir contracorriente (la lucha de nuestras tentaciones y debilidad). Son las virtudes las que dan el medio para no retroceder. Cuando el corazón corre vertiginoso hacía esos ídolos de barro, que pronto se resquebrajan y lo dejan insatisfecho en la búsqueda de la felicidad cada vez más inalcanzable, y no se puede encontrar la paz y la verdadera alegría centrado todo él “yo” (soberbia), movido por el amor a

Dios y al prójimo, sería quien da a todo valor sobrenatural un buen efecto.


El hombre no ha sido creado para quedarse encerrado complaciéndose en sí mismo, sino para “Más Allá”, algo superior. Lo superior es unirse a Dios para poder perfeccionarse. Y la perfección consiste en la unión con Dios y el amor al prójimo despegándose del amor propio.





El que se ama a sí mismo, no podrá ser feliz nunca. El que da todo por amor a Dios y al prójimo logra ser feliz. Logra imitar a su creador y el alma está hecha para alcanzar la felicidad solo imitando a Cristo. Somos imagen de Dios.


Al no deberle a Dios nada, nos deja el alma en paz y esto es la mayor satisfacción que puede haber para el hombre. Si Jesús se complacía en cumplir la voluntad de su Padre, fue para enseñarnos qué es esto nuestro deber. El que debe y no paga, se agobia por la consecuencia que tendrá que ser castigado por su deudor. Así mayor es no darle a Dios lo que nos pide y como lo exige. ¿Quién sino Dios conoce mejor las necesidades del alma humana?



Virtudes Teologales


-La Fe:


El mundo está bombardeado por ideas falsas, que fueron ideadas por la masonería para destruir la verdad, por su odio a Jesucristo.


Nos está conduciendo al permisivismo, que es la aceptación de todo y como consecuencia vienen un vacío moral, que termina en no creer en nada y provoca angustia en los seres.


La mentira nunca satisface al hombre por estar hecho a imagen de Dios.


El ser se complace sólo en lo verdadero, y bueno: esto se encuentra en la fe.


La fe nos dará el conocimiento del porqué estamos aquí y por qué tenemos que pasar las tribulaciones pero la respuesta es que aquel que lo logra hacer con amor, con paz y tranquilidad puede llegar a vivir en la felicidad en esta tierra y lograr la felicidad plena en el cielo.


Los que verdaderamente aman a Dios y buscan complacerlo, Dios lo hace copartícipes de sus bienes y los hace felices a pesar de las tribulaciones que tengan que pasar.


Por ejemplo Don Quijote (obra cumbre de las letras españolas), fue escrita en la estrechez de una prisión.

Otro ejemplo es el martirio - saben que van directamente al cielo y esto les da el gozo.


-Virtud de la esperanza:


Cuando el Dante escribió “La Divina Comedia” hizo imaginar el mayor suplicio que podría sufrir un hombre, pensó en esta inscripción para la puerta del infierno que dice así:


“Por mí se va a la ciudad doliente, por mí se va al eterno dolor ¡Oh vosotros los que entrais aquí renunciad para siempre a la esperanza!"


Siempre estamos esperando algo: desde el goce pasajero de una diversión, hasta la felicidad eterna del cielo; hay pequeñas y grandes esperanzas, posibles o difíciles, en lo humano o en lo espiritual. En el no confundirse y buscar la verdad de cada cosa será la clave para lograr la felicidad. La alegría es la compañera de la esperanza.


El que finca su esperanza bien, busca su tesoro en el cielo.


La esperanza es saber que a pesar de nuestros sufrimientos, tendremos la recompensa en el cielo, si obramos bien.


Los hombres malos fincan su esperanza en desear o poseer cosas que no son su salvación.


-Cuando falta la esperanza verdadera:


Kierkegaard dice que la angustia fue el estado natural del paganismo, (grandes imperios, pobres espiritualmente). Lo corroboran los historiadores que hablaron de la angustia griega y también Hilaire Belloc describe a la época anterior a la venida de Cristo con dos palabras: esclavitud y desesperación. Inventaron dioses de todas sus pasiones desordenadas para justificarse de sus males (así lo dice San Agustín).


San Pablo decía: “Son dioses de piedra que no ven, que no oyen y que no hablan”. Vivían de la mentira, lo material, pero no pudieron vivir espiritualmente. No encontraron una respuesta cierta al Más Allá. No habían escuchado a alguien que les dijera con autoridad “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”


Como en los tiempos paganos el hombre ante su angustia y querer hallar una explicación a las cosas, buscan medios falsos como la superstición, los horóscopos, los astrólogos, etc. qué creen los lleva a la paz que tanto buscaban en sus momentos de angustias, cuando este medio, solo los lleva al estado de la nada, a centrarse en su propio “yo” el egoísmo, el suicidio espiritual pero el que les permite seguir viviendo sin moral y creer que pueden controlar todo.


Estas personas desprecian a Dios para seguir viviendo según sus desórdenes que los lleva poco a poco por así decirlo al suicidio del alma.


-Evitar dos errores:


Surgen dos deformaciones que destruyen la esperanza y la felicidad de ir caminando en la vida como peregrinos de la eternidad.


"A-un no" significa no tomar la decisión de ir por el buen camino por el sacrificio que requiere. “No llegará" actitud negativa como Judas de pensar que Dios no le perdonaría. No pidió perdón prefirió quitarse la vida.


La desesperación es desgarrarse, es una especie de suicidio del alma, perder la ilusión dejar de creer que hay una vida plena en felicidad que será en el cielo.


La angustia, la frustración, el absurdo son la expresión sin drama de una humanidad que ha perdido la esperanza y el temor de Dios, donde ya no creen en el castigo. Es la filosofía moderna y atea que hizo decir a Sartre que el hombre es: “una pasión sin sentido” y “Un ser nacido para morir”. Hay hombres que les gusta sufrir y no dedican tiempo a descubrir que es un bien sumo, donde encontramos la respuesta positiva de la razón de la vida: Dios. Esta manifestación negativa la vemos como influencia dentro de la moda, las nuevas maneras de divertirse, etc,



Qué lejos estamos de aquellas sabias palabras de San Agustín, ante la muerte de su madre: “No os dejeis abatir por la tristeza, mirad la vida que ahora empieza y no la que a concluido”. ¿Que cuentas darán los que quisieron vivir sin Dios en el lecho de su muerte, cuando dependemos en todo de Él?


UN PECADO DESCONOCIDO: "ACEDIA" (contra la virtud de la esperanza)


Muchos de los que han caído en la Acedia sin darse cuenta, son activos hombres de negocios, eficaces amas de casa, actores o deportistas que se exigen tanto como para que no se les pueda acusar de dejadez. Esto se da en diferentes campos. También puede darse en personas que van por el camino de la santidad (sacerdotes, monjas y fieles) se llenan de tristeza y vacío en el alma, por que no se sienten ya los goces de Dios.


Son pruebas que Dios pone en las almas mandando momento de hastío en las cosas de Dios o en las cosas de la vida - almas que iban por el camino de la santidad se han perdido por esta causa.


La acedia es una especie de tristeza o desgane respecto al fin sobrenatural del hombre y a todo lo que lleva a ese fin. Es más fácil ponernos frente a la televisión que leer un libro sobre la vida de santos o las virtudes, aunque lo primero por lo general no aporta nada positivo, en cambio lo segundo nos ayuda a ser mejores, a las ganas de elevar nuestra dignidad al orden divino, al que fuimos invitados.


Lo que sucede es que su actividad excesiva puede ser en el fondo una evasión. El trabajo se está convirtiendo en una droga, llevamos una vida acelerada que hasta las vacaciones están llenas de actividades. En Europa los turistas apurados por conocer todo, no se detienen a gozar de un rato de contemplación. Viene a la memoria la frase del poeta; “Tantísimo en nuestra vida, tan poco en la vida nuestra”. En el fondo, esta actividad es una huida de Dios y un desligarse del esfuerzo que significó elevarse sobre lo simplemente humano e inmediato y a veces encontrarse consigo mismo y nos lleva a aburrirnos de los grandes esfuerzos que tenemos que cumplir para vivir en la voluntad de Dios y los grandes esfuerzos que tenemos hacer todos los días de nuestra vida para seguir cumpliendo nuestros deberes. La actividad desmedida nos satisface porque nos hace sentir colmados, lo malo es que se está lleno de cosas vacías. Es de lamentar que haya personas que tienen tiempo para muchas cosas vanas, pero no para aquello donde se juega nada menos que su eternidad. “No puedo ir a un retiro”, “no tengo tiempo” cuando estos medios divinos remediarían sus males y encontrarían la luz que tienen perdidas. Por eso quienes pasaron la vida con el temor de perder a Dios y otros en cambio con el temor de encontrarlo. Es la muerte de nuestros seres queridos que nos recuerda que tenemos que volver a Dios a vivir las virtudes sobrenaturales.




Y en cambio el mundano ante este problema dice: “Hay que vivir intensamente la vida, gozando” “Mañana se acaba” - Insensatos - ¿Cómo quieren gozar la felicidad eterna si no quisieron purificar sus males en la tierra?


Ejemplo: recordemos la parábola del evangelio donde Jesús llama al joven rico a dejar sus bienes y seguirlo. Como no se anima a dar ese paso adelante, sus bienes ya no le servía para ser feliz. Se retira triste le llamó más seguir con ellos.


¿Y de que le sirvieron si ya no pudo ser feliz?


Otra parábola que nos recuerda esto es la del banquete de bodas: Donde todos fueron invitados (cielo) se disculpan por que tienen mucho que hacer y se privan, por pequeñas cosas, de la enorme alegría de una fiesta que significa el cielo.


De esta manera vemos cómo el hombre se inclina por las cosas fáciles o atractivas, no hacen el esfuerzo de ponerse a trabajar por la salvación de su alma que son los que llevan a la felicidad verdadera.


Verdadera constelación diabólica: Así ha llamado Santo Tomás a las hijas de la acedia; así como la pereza es la madre de todos los vicios, la acedia que es una especia de pereza espiritual trae, a los que se abandonan en ella, funestas consecuencias.


Aquí nos podemos ver reflejados muchos.


Es bastante común no querer afrontar el esfuerzo que significa superarse, pero en el fondo todo desertor tiene el gusto amargo de la insatisfacción.


Al no haber encontrado aún el verdadero sosiego interior, fruto de estar bien ubicado en la vida.


La curiosidad: La curiosidad o insaciable afán de novedades, es querer saber todo, cosas que no tienen importancia ningún bien nos va a dar en el alma o la cantidad de información falsa que percibimos, no nos va a dar ninguna utilidad buena.


El exceso de información y su manipulación febril acaba por desviarnos del punto importante y mantenernos distraídos de lo que no es de utilidad.


La inestabilidad de lugar y decisiones: Son las que buscan siempre nuevos sitios de diversión, los que les gusta cambiar continuamente de decorado, de moda, amistades, de ropa. Flaubert a descrito en su novela “Madame Bovary” a una mujer que se niega a vivir la vida que le ha tocado como esposa de un humilde médico de pueblo. Su insatisfacción se traduce en una insaciable sed de novedades, lujos, diversiones y amoríos que la llevan finalmente al suicidio.


Otro ejemplo es el “Retrato de Dorian Gray” su insaciable deseo de vivir la vida y ser el preferido lo lleva al suicidio.


Esta inestabilidad en lo interior se presenta en el embotamiento del alma ante lo espiritual y se advierte en aquellos que se aburren cuando la conversación comienza a elevar el nivel o desprecian el ofrecimiento de un buen libro.


Los que no tienen tiempo para una conferencia u ocuparse de alguna obra de bien, pero pasan horas frente al televisor, celular, internet, etc. o descubriendo las mil formas de evasión que nos ofrece nuestra actual cultura de masas - son los que aburren con las cosas de Dios por que les gusta lo inmediato; están como entumecidos o paralíticos para todo lo que huele a eternidad.


Enterraron sus talentos y dejan pasar indolentemente la vida, buscando lo divertido sin hacer nada de provecho, que tanta falta les hará cuando tengan que rendir cuentas del uso que hicieron con su tiempo en el momento de su muerte.


Hay que tomar en cuenta que la mayor astucia del demonio es hacernos creer que no existe, o las nuevas filosofías que todos vamos a ir al cielo sin esfuerzos.


El demonio busca inspirar en las almas nuevas formas para crear mayores debilidades en los humanos. Según Pieper


“La hepática tristeza de la acedia es uno de los rasgos decisivos de nuestra época, en las que han madurado todas esas formas de escape”


-¿Cómo acabar con la Acedía?


Acabar con el temor a la entrega de nuestras vidas a Dios. San Agustín cuenta en su libro “Las confesiones” que se le presentaban en la imaginación sus antiguos placeres, para hacerle ver todo lo que tenía que renunciar si abrazaba la fe, pero prevaleció en él, el amor a la verdad que tanto había buscado a través de sectas, fama y una vida inmoral que nunca saciaron su sed de infinito.


Santa Clara abandonó las riquezas y el castillo donde vivía con sus padres, para vivir las pobrezas predicadas por San Francisco. Cumplieron su ideal fue plenamente feliz en la austeridad.


Ulises héroe creado por Homero, prefiere la muerte gloriosa en el combate, en lugar de una vida larga y mediocre.


Desde el punto de vista psicológico se ha considerado a la acedia como una humildad pervertida ya que no acepta los bienes espirituales, no por sentirse indigna, si no porque implican una exigencia.


Por eso Kierkegaard la llama la desesperación de la debilidad.


Por eso se le ha comparado un poco con el caso de los enfermos neuróticos, que no ponen toda su voluntad en curarse por temor a afrontar las responsabilidades que vendrán. “Es a la renuncia malhumorada, triste y estúpidamente egoísta del hombre para hacer lo que Dios quiere que sea, es decir, a ser tan grande como podría ser”.



-El cristiano carga su cruz con amor. Orar con fervor poniendo atención en lo que se pide y dedicar tiempo para Dios en lecturas espirituales todos los días.


-La falsa seguridad: La presunción


Llega al extremo opuesto que dice ahora ya lo poseo, es una inseguridad antinatural y falsa que cree muy fácil la salvación y radical en una valoración de sí mismo totalmente falta de humildad, solo se piensa con satisfacción en sí mismo sin notar lo mucho que hay que corregir o mejorar. Se da en aquellas personas que creen que con un comportamiento moral decente les basta para salvarse; están complacidos con su vida decorosa y con las buenas costumbres heredadas, que toman por virtudes; que en ella no tiene cabida todo ese mundo de lo sobrenatural que parece no hacerles falta.


Junto a los profetas del desastre que piensas que todo está perdido, están estos falsos optimistas que afirman que nuestros tiempos son maravillosos.


El motivo de estos pensamientos puede ser temperamental o también la sutil evasión que escapa a los problemas, viendo solo lo bueno que les conviene y afirmando a veces contra la realidad, que todo saldrá bien. Están los cristianos positivos que piensan que Dios no los abandona y los va a llevar al cielo, sin mayor esfuerzo. Habría que pensar si no caen en esa presunción los padres que dejan salir a sus hijos sin restricción alguna porque confían en ellos… sin acordarse de la debilidad que nos dejó a todos el pecado original, los que descuidan la oración y se ponen en peligros de graves tentaciones y piensan que Dios los va a ayudar en el momento de su muerte porque Dios entiende nuestras flaquezas. No toman en cuenta que Dios es perfecto y que quieren que seamos perfectos como Él. Esto estamos invitados, a la santidad. Jesucristo dio todo por nosotros para que nosotros diéramos todo por El.


Dice el Padre S.J-Alfredo Sáenz:


“Nuestra época, aunque está siempre exaltando la manera demagógica los encantos de la juventud, por el hecho de haber descartado la esperanza sobrenatural es, en realidad una época decrépita que se agota con el pasar del tiempo. Por que el hombre exterior se corrompe irremediablemente sin el contra peso del hombre interior que se renueva; es una época vencida por la caducidad del tiempo y por ende, una época sin esperanza. En cambio, la juventud del hombre que tiende hacia la vida eterna es absolutamente incorruptible, no le teme a la vejez o la desilusión aunque pasen los años.
La opción es clara: no desesperar, vivir confiando en Dios como padre, poniendo todos nuestros problemas dandoselos a Él para que Él nos ayude a resolverlo pero haciendo todo lo necesario para agradar a Dios.”


El hombre de fe nunca es un fracasado. Hoy para haber una epidemia de desesperación o desesperanza, dice Abelardo Pithod: “El modo que suele usarse como defensa ante ellas es un mecanismo neurótico: La frialdad, la diversión, el aturdimiento, la escapada, en fin: Como solución es vivir en la virtud de la esperanza, mirando de frente al futuro que no manejamos pero que podemos desafiar, es la suprema dignidad humana cara a cara."


-Virtud de la Caridad:


La caridad nos une a Dios inmediatamente, sin intermediarios, sin necesidad de nada, - la visión beatífica todavía requiere el Lumen gloriae” -; así también la caridad sobre la tierra nos une a Dios directamente, sin intermediarios.


No hay ningún don que perfeccione la caridad, por que la caridad es lo más perfecto que hay; es más perfecta que todas las demás virtudes, más perfecta que todos los dones del Espíritu santo, más perfecta que la propia sabiduría.


La caridad de la tierra y la caridad del cielo es una misma, indudablemente que en diferente grado, con diferente intensidad, con el triste privilegio de poderla perder sobre la tierra y con la seguridad de no perderla jamás en el cielo; pero la caridad es esencialmente la misma es lo único que no perdemos que nos llevamos de esta tierra a la eternidad.


El que más ama a Dios perfecciona su amor por medio del sacrificio haciendo la voluntad que Dios nos da es aquel que va a obtener mayor felicidad en el cielo entre más ames a Dios y despegues de todos tus males, más posesión tendrás de las cosas de Dios en el cielo.


-Remedios para acabar con la tristeza y ser felices:


Jesús es nuestro consuelo, sostén médico, remedio de todos los males. Una alma sin Dios es un alma triste.


San Pablo - “Todo lo puede en aquel que me fortalece”.


¿Si sufrimos por una enfermedad, por una herida, por un mal cualquiera? miremos a Jesús crucificado e inundado de sangre por amor a su padre y a nosotros.


¿Si sufrimos por persecuciones o calumnia? miremos la cruz: miremos a Jesús perseguido y condenado a muerte.


¿Se nos humilla, o se nos abandona? Miremos la cruz; miremos al pesebre.



Jesucristo sufrió todo: y todo para hacer que desapareciera la causa de nuestros sufrimientos, el pecado; todo para santificar, para divinizar nuestros dolores, uniéndolos a los suyos; para consolarnos en nuestras pruebas; todo para salvarnos y ser felices por todo la eternidad.


Ejemplo: La pobre reina Maria Stuard perseguida por ser católica, en Inglaterra, y conducida al lugar donde iban a matarla, llevaba en su mano un Crucifijo y le besaba repetidas veces:


-Señora, le dijo un oficial protestante que le acompañaba, no es en la mano, si no en el corazón, donde tiene que llevarse a Cristo.


-Contestó con gravedad la piadosa reina, bueno es llevarle en la mano, para tenerle con más seguridad en el corazón.


Los profundos sacrificios de un buen sacerdote, destila el bálsamo consolador y perfuma este mundo tan lleno de miserias.


Basta ver la cantidad de beneficios institucionales, las innumerables obras que la misericordia de la iglesia ha inspirado.


El Santo Job - “La violencia de su dolor, la encaminó a amar más a Dios: “Desnudo salí del seno de mi madre, exclama; desnudo volveré a él. El Señor me lo había dado todo; todo me lo a quitado el Señor. ¡Bendito sea su Santo nombre!"


Así venció al demonio- obedeciendo y aceptando lo que Dios le mandaba con mucho amor.


Consuelo de nuestros pesares está en estas palabras: “Venid a mí todos los que sufrís y que os hayais abrumado bajo el peso de vuestros sufrimientos; yo los consolaré”


Cuenta un padre lo siguiente: Yo he conocido a una bondadosa y Santa joven a quien las crueldades, la malicia verdaderamente increíble y las ofensivas palabras de una madre vieja y enferma, hicieron progresar en el camino de la santidad más de lo que hubiera podido hacerlo la regla más austera del más ferviente claustro. La pobre joven hubiera preferido mil veces que se le pegase, a ser tratada como lo era todos los días. Sin un amor profundo e íntimo hacia el señor, sin la comunión con qué cada mañana preparaba sus fuerzas espirituales, de seguro que hubiera sucumbido bajo la pesada carga de esa cruz. Más ella repetía constantemente con San Pablo - “todo lo puedo en aquel que me fortalece”


Cuando a veces se sentía demasiado abrumado o demasiado exasperada, salió cautelosamente e iba a echarse de rodillas ante su Crucifijo; concentrándose enteramente en el sagrado corazón de Jesús; rezaba, lloraba, y al levantarse se encontraba sosegada, serena, y casi hasta gozosa.


Ocasiones había en que tan vivamente la hacía sentir la recompensa de sus sufrimientos, que la piadosa joven bendice su santo nombre con verdadero transportes de reconocimiento y de amor. Y así Dios la premió y pudo cambiar ese corazón tan duro que tanto daño le hacía que era su madre.


Uno de nuestros mayores sufrimientos es en el momento más crítico de nuestra vida que es la muerte, ante esta situación en este momento que nos sentimos verdaderamente malos aunque se haya tenido la caridad de hacernos comprender la gravedad de nuestro estado, llamemos inmediatamente al sacerdote; no lo retrasemos ni un solo instante. En semejante caso es más importante el sacerdote que el médico.


"Señor cura sois mi verdadero médico sois mi primer medico y vuestros cuidados son lo que reclamos antes que todos los demás”


El sacerdote es el ángel custodio del moribundo, ángel rebelde, enemigo de las almas, hace lo que puede para alejar a ese buen ángel de la cabecera del moribundo.


De esta manera recordemos que todos nuestros sufrimientos son debido a la causa del pecado que cometieron nuestros primero padres, el cual nosotros llevamos y como consecuencia está; la pobreza, la enfermedad, la muerte, el tener que trabaja, y todo a sido por nuestra culpa, por nuestro mal comportamiento, Dios no desea nuestra infelicidad él nos había dado la felicidad en el paraíso, nosotros por nuestros pecados hemos tomado la determinación de separarnos de esa felicidad.


El remedio será, el entender que todo el mal que hay en este mundo es debido a nuestra causa y por lo tanto es la lucha que tenemos que seguir limpiando cada día más todos nuestros males y en conjunto todos pertenecemos al cuerpo místico de Cristo de alguna manera unos nos perjudicamos a otros, si todos trabajamos bajo el mismo objetivo podremos ser felices en ese cuerpo místico o si todos empiezan a trabajar yéndose por el mal pues vienen esas desdichas al mundo al ser afectados todos por esa unión que tenemos todos con Dios.


Como dice San Agustín:

“Vos sois, Dios mío, un soberano ser, altísimo, perfectísimo, poderosísimo, omni potentisimo, misericordiosísimo, y justísimo, ocultísimo y presentísimo, hermosísimo y fortísimo; tan estable como incomprensible; inmutable y que todo lo mudáis; nunca nuevo y nunca viejo; renováis todas las cosas, y dejais envejecer á los soberbios sin que lo reconozcan; siempre estáis en acción y siempre quieto ; recogiendo y no necesitando ; lleváis, llenáis y protegéis todas las cosas; las criáis, aumentais y perfeccionáis todas. Buscáis sin que os falte cosa alguna; teneis amor y no tenéis inquietud”


De esta manera viendo que Dios es todo lo mejor, deberíamos de reflexionar y pensar que todos debemos de volver a Él por que Él lo único que hay bueno en el mundo y en el Cielo. El al ser nuestro creador deberíamos de querer solamente y desear estar en esta tierra y eternamente abrazados de Él, ya que Él es el único que va a remediar todos nuestros males y nos va a dar la felicidad que Él tiene que es todo perfectisimo dentro de Él en la eternidad.


La Oración


Santa Teresa de Jesús dice que rezar, es tratar de amistad con Dios estando a solas con aquel que sabemos que nos ama “es tratar hasta que nos ama al final”.


El hombre alcanza la plenitud en la oración cuando permite que se haga más plenamente presente el propio Dios.


San Juan de la Cruz dice:


“Olvido de lo creado memoria del creador atención a lo interior y estarse amando al amado”


Eso para él es la oración.


El padre nuestro, intérprete de nuestras esperanzas según San Agustín, está condensado todo lo que podemos pedir en el orden natural y sobrenatural. Esta esperanza nos lleva a la humildad, por que somos pequeños y solo podemos confiar en la grandeza de Dios.


En 1988 el cardiólogo Randolph Byrd hizo un estudio de enfermedades coronarias. Comprobó que los enfermos que rezaban, o que otros rezaban por ellos, tenían cinco veces menos necesidad de antibiótico y un riesgo tres veces menor de insuficiencia cardiaca; tenían además gran alivio en sus angustias y jaquecas.


En la oración aumenta el amor a Dios y se reciben muchos bienes, y se da el pasaporte para entrar en el cielo y por lo cual seremos juzgados.



Juan de la Cruz - dice - que la oración es la puerta por la que penetran todas las gracias.


Ante la tristeza , la medicina es la Oración


Ejemplo: En el Huerto de los Olivos- Jesucristo sufrió más que en el resto de su pasión al contemplar los pecados de los hombres y los que se cometerían hasta el fin de los tiempos. Oro por tres horas y vino un ángel y lo conforto.

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